jueves, 3 de noviembre de 2011

El tropezón que se logra superar


Muchas veces hemos escuchado los conceptos de bienestar psicólogico y emocional y los hemos usado en nuestro vocabulario cotidiano, sin embargo ¿Sabemos verdaderamente en que consisten estas palabras? ¿Sabemos que tan importantes son en realidad y la vitalidad que tienen en nuestro humor? ¿Qué tan congruentes son el bienestar emocional y el corporal? ¿Qué es una verdadera vida sana?

La salud mental es un conocimiento tan nato como desconocido, que erróneamente asociamos con estar felices y sentirnos bien en el momento, en corto plazo, pero estamos olvidando una parte importante del todo: la felicidad a largo plazo, el cómo nos sentiremos después y no necesariamente el cómo nos sentimos ahora, puesto que vale hacer hincapié que la salud mental no sólo se define como la ausencia de un trastorno mental, sino que un estado de bienestar en el que el individuo es capaz de continuar normalmente las situaciones de su vida sin mayores complicaciones.

Considero que es importante destacar los conceptos autoestima y sencillez para poder entender de una mejor manera lo que es realmente estar bien, ya que si uno de estos falta, será imposible lograr el equilibrio entre la plenitud y la desgracia, ya que inevitablemente ambas estarán presentes a lo largo de nuestra vida y es importan que exista un término medio entre ellas.

Hoy en día el autoestima es un término muy manoseado pues se interpreta con el echo de si estamos o no conformes con nuestro cuerpo y si nos consideramos o no apuestos. Sin embargo, muy lejos del significado verdadero, una persona con un buena autoestima no es quién se considere bella o no, sino que es una persona que crea en sus capacidades, que afiance su personalidad, que confíe en si misma al momento de superar un conflicto y sea más independiente con ello. Pues cómo verán, la aceptación corporal es sólo un efecto colateral a la verdadera autoestima y no es el significado que solemos asociarle equívocamente. Quise destacar este término ya que es una parte importante que contribuye con lo que a salud emocional se refiere, y que tiene mucha afinidad con el exterior porque desde un comienzo nos desarrollamos en un ambiente que será el que determinará que tanto valor le asignaremos a nuestras acciones

y pensamientos. En el caso de una baja moral estamos propensos a que nos cueste más superar situaciones y conflictos y que al lograrlo quedemos con un daño no menor que le seguirá dando importancia a lo que sea nos haya tocado vivir. Por eso es importante evitar caer en la generalización (a partir de un echo específico determinar una regla universal para las situaciones en nuestras vidas) y en la comparación con los demás ya que al ser todos diferentes no tiene sentido compararnos con alguien más cuando debemos centrarnos en nuestros propios logros. Es importante también aceptarnos a nosotros mismos con defectos y virtudes y no estar en una constante lucha entre lo que soy y lo que me gustaría ser, ya que no seremos mejores descalificándonos, sino que seremos mejores aceptándonos y esforzarnos para mejorar en lo que fallamos y mantenernos en lo que triunfamos.

Con lo que a sencillez se refiere, una persona sencilla es quien se adapta a una situación sin necesidad de sentirse superior o inferior a otra, y no tiene nada que ver con pocas cosas y con falta de bienes como es común que se crea. La verdadera sencillez viene de adentro y comienza en uno mismo, valorando lo que tenemos y no lo que nos falta. Olvidando la necesidad, lo que nos gustaría cambiar y mejorar, porque si dejamos que suceda caeremos en el juego de olvidar las cosas buenas y mágicas que están presentes en nosotros y las dejaremos en segundo plano por querer ir a buscar más o por querer hacerlas mejores. Si bien no somos sencillos, aunque sea en una medida sutil, seremos infelices como personas que viven de sus carencias y no disfrutan sus vivencias.

Confiar en nosotros mismos, creer en nuestras capacidades, querer lo que tenemos, no ambicionar excesivamente y aceptar también a los demás son algunas de las claves para poder superar situaciones difíciles y para facilitar y alegrar la forma de ver la vida.

Es importante mencionar a la vez que no sólo nosotros como personas al lograr enriquecer estos aspectos de nuestra vida nos sentiremos más plenos y confiados, sino que nuestro cuerpo lo agradecerá también al sentirse vivo y sano cuando lloremos y cuando riamos.

El llorar, tan mal visto socialmente como signo de debilidad es un gran método para eliminar el estrés y disminuir la aparición de enfermedades psicológicas cómo la depresión. La acción del llanto lleva a activar neurotransmisores que aplacan una situación de estrés, produciendo un estado de relajación, llevando al sistema de nuevo a un equilibrio y descargando tensiones. La risa, esa cotidiana sensación tan simple y común, tiene el beneficio que libera hormonas llamadas endorfinas que aplacan el temor, la angustia y la ira, contribuyendo a un cambio de actitud mental que favorece la disminución de enfermedades aportando una sensación de felicidad, disminuye el estrés, incrementa la producción de anticuerpos y además neurológicamente está preparada para ser contagiosa. ¿Qué esperamos para repartir por el mundo carcajadas sanadoras?

Una vida sana no es reír todo el día, no es vivir en mundo de colores y arco iris, no es creer que todo es fácil y que es simple. Una vida sana es llorar para reír, es sufrir para disfrutar, es perder para triunfar, no es no caerse, sino que es caerse y volverse a levantar.

Una vida sana es el tropezón que se logra superar…

martes, 25 de octubre de 2011

Más monedas de 500 pesos.

¿Cuál es el precio de una sonrisa? ¿Cuál es el valor de un recuerdo? ¿Cuánto pagarían por recordar? ¿Cuánto pagarían por olvidar? No hace mucho tiempo logré darme cuenta de que el valor de las cosas que nos rodean es nada más que la importancia que le atribuimos a ellas, y a la vez la importancia que le atribuimos a ellas es nada más que la elección de si seremos o no críticos con ello. Si bien es nuestra crianza y nuestro desarrollo en una determinada sociedad nos harán formarnos con ideales centrales en la cabeza, asociándole valor a las cosas, a la vida y a las personas, pasamos nuestros años creyendo que todo lo que existe en la tierra tiene la posibilidad de asignarle un valor, de decir que es importante y de decir que no lo es, y muchas veces sólo por cultura le asociamos demasiada o poca importancia a algunas cosas. Nos tomamos el privilegio de decidir qué es importante aquí y que no, y cómo si fuera poco nos tomamos el privilegio de enseñarles a los demás lo que es y no es valioso y aunque considero que la idea es tener la libertad de decidir que cosas serán las que tendrán mayor trascendencia en nuestra vida, no considero que sea parte de la idea que sea la sociedad quién las imponga.

El arte de ser uno mismo es la clave para tomar buenas decisiones, o por lo menos para ser feliz y aunque sea imposible no ser influenciado por nuestra cultura, creo que es necesario descubrir el momento en que estamos preparados para creer en nosotros mismos y averiguar solos, que a veces la vida es más simple de lo que parece. Los detalles son los que hacen las grandes cosas, y la vida no es nada más que un montón de detalles. Entonces ¿Porqué no apreciarlos más seguido? Esa es mi idea, y es en lo que quiero dejar el pensamiento, pues destaco que la mayor parte del tiempo no notamos algunas cosas que podrían ser más visibles y que podrían ser más importantes que las cosas que acostumbramos a valorar más. La mayoría de las veces nos olvidamos de las cosas pequeñas por estar demasiado pendientes de las más grandes, tal vez las más importantes o en otros casos las más negativas que no somos capaces de notar a las demás, quizás porque no estamos siendo lo suficientemente observadores con todas las diminutas realidades que existen o solamente no les damos importancia por considerarlas un mero detalle. Viajamos tan apresuradamente por nuestros caminos que muchas veces olvidamos el paisaje que está presente afuera, olvidamos bajar la velocidad para apreciar particularidades del camino, para admirar las pequeñas cosas que se encuentran allí de las que no siempre nos fijamos y que ignoramos por nuestra costumbre de vivir a toda velocidad. ¿Qué tan seguido se detienen o simplemente bajan la velocidad? Puedo apostar que no lo hacen muy seguido, y tengo que reconocer que yo muchas veces tampoco, pero ¿Qué sucede cuando el mismo camino te obliga a parar? No es raro, y nos pasa más seguido de lo que pensamos, sólo que la mayoría del tiempo puede que no le tomemos mucho peso a lo que el camino nos quiso mostrar, y no por eso las cosas que vimos no están en nuestra memoria. Hace no mucho tiempo y no por decisión mía, me tocó desconcentrarme del camino en el que iba, sólo para poder admirar uno de esos detalles que no se vuelven a olvidar nunca más, esas pequeñeces de la vida que por alguna razón la marcan de una forma peculiar. Caminando con una amiga por el centro de la ciudad devuelta del colegio, decidimos buscar algún kiosco para comprarnos algo para comer, sin embargo no contábamos con más de 100 pesos y sabíamos bien que no nos alcanzaría para mucho. Cuando mirábamos la comida y el presupuesto con el que contábamos, no notamos quién era la persona que vendía ni menos quién era la persona que estaba comprando, como si no fuera típico de nosotros los chilenos, el actuar como si estuviéramos solos. Al parecer es más fácil hacer como que la gente no está ahí para no tener que tomarnos la molestia de tener algún contacto visual con un desconocido. Fue ahí cuando nos detuvimos, cuando el mismo camino nos hizo parar sólo para analizar una simplicidad, para algunos una insignificancia, para otros un buen recuerdo.



En aquel momento la otra sombra que ni miramos, la otra persona que estaba comprando, que no habíamos notado, se volvió en un hombre ya mayor, pequeño y encorvado con la edad, bastante humilde, que nos miraba con una sonrisa. Se acercó tan feliz y sencillamente que no pude evitar notarlo. El nos estiró la mano y nos dijo con una gran sonrisa en la cara y una voz desgastada: ‘’tomen, para que se compren algo rico. ’’ Y sobresalieron los 500 pesos que estaban en su mano. En aquél momento no supe como reaccionar, no quería aceptarlos pues me sentiría culpable si lo hacía y no quería despreciarlo tampoco. Mi amiga y yo le dijimos que no se preocupara, que no era necesario, pero él insistió con la misma sonrisa, y con la mano aún estirada como si no pensara en sacarla de ahí hasta que le recibiéramos su moneda. Seguramente él lo necesitaría mas que nosotras, pero aún así insistió e insistió tan humilde y tranquilamente que ya no pudimos seguir diciendo que no. No queríamos ofenderlo ni menos dañarlo y aceptamos la moneda dándole las gracias profundamente, cómo nunca habíamos agradecido tanto algo. El se fue, muy satisfecho y a paso lento, como si hubiese cumplido una misión. Fue en ese momento que entendí el valor de aquella moneda. Era extraño pensar que nunca había agradecido tan sinceramente algo como aquel pedazo de metal con números escritos, en los cuales descubrimos la verdadera sencillez, la verdadera humildad, el verdadero calor humano que muchas veces olvidamos. Ese calor humano que siempre está presente y que podemos encontrar en cada uno de nosotros, sin embargo el problema es que sólo nos atrevemos a encontrarlo en nuestros seres más queridos y ni nos molestamos en descubrirlo en los demás, como seguramente los demás no se molestan en demostrarlo.

Un detalle, unos minutos que no se olvidan, unos minutos en los que no me encontré ni viajando a toda velocidad ni corriendo por la vida. Fueron un par de minutos en los que me sentí parte del detalle, no parte de la carrera y me pregunte el por qué somos tan pocos observadores, y a la vez tan críticos. ¿Por qué olvidamos aquella vez que le regalamos una flor a nuestra mamá porque sí, pero recordamos cuando le dimos ese collar tan caro para su cumpleaños? ¿Por qué recordamos la ausencia de alguien con tristeza y no recordamos los bellos momentos que vivimos cuando estaba presente? ¿Por qué preferimos olvidar que recordar? ¿Por qué vivimos todos en el mismo mundo, si como dice la canción no nos queremos ni mirar? Comodidad, sólo comodidad porque nuestra cultura nos enseña que es más fácil, porque nos enseña que lo más caro es lo más importante, cuando el verdadero valor de las cosas no se mide con la bolsa económica, si no que con lo que nos conlleva a sentir y a vivir. El valor de una sonrisa, la que nos puede enamorar, nos puede enseñar, nos puede motivar, nos permite recordar a las personas, nos permite hablar sin palabras, nos permite transmitir energía, nos permite creer en una posibilidad. El valor de un recuerdo nos puede hacer llorar, nos puede hacer reír, nos puede hacer ahogarnos en nostalgia, o ahogarnos en conformidad. Pero nos puede ayudar en el presente a llenarnos de experiencias. Todo esto nos hace más grandes y nos enseña más. Pues lo más curioso de todo, es que muchos de nosotros preferimos olvidar que recordar, eliminar lo malo en lugar de recordar lo bueno, si hasta donde yo sé, el único error, es el que no nos enseñó nada, si hasta donde sé yo, que una caída acompañada del hecho de levantarse vale más que cuando estamos volando, el esfuerzo de querernos, el esfuerzo de seguir. No pretendo que quienes lean esto, desprecien lo que para ellos era importante ni pretendo que se vuelvan humildes diciendo que nada de lo que consideraban valioso tenga valor, sino que pretendo que valoren más esas cosas que la vida nos muestra a diario, que son tan simples, tan sencillas, casi tan comunes que olvidamos que tienen algo que enseñar, como ese abrazo con un hermano, como ese reencuentro con un amigo, como esa vez que reímos a carcajadas con alguien por un estupidez, como esa vez que un niño nos sonrió sólo porque sí, como esa vez que ayudamos a alguien que estaba perdido a encontrar la calle correcta, como esa vez que alguien nos avisó que se nos había caído algo del bolsillo, como esa vez en que lloramos recordando momentos felices, como esa vez que nos sentimos como niños otra vez, y como cuando vivimos y no nos damos cuenta. Estamos vivos, no porque respiramos, estamos vivos porque aprendemos, porque sentimos, porque recordamos, porque sufrimos y porque nos alegramos, porque triunfamos y porque erramos, estamos vivos porque somos humanos. La vida amigos míos, no tiene receta, no hay una fórmula para ser feliz sólo el intento de serlo. El precio de la vida es importante, porque la vida no tiene precio; es gratis y se disfruta. ¿Cuándo más vamos a esperar para disfrutar de las monedas de 500 pesos que la vida nos presenta a diario?

jueves, 28 de julio de 2011

A la siguiente estación porfavor

Siempre han dicho que variar es bueno, que es sano, y para mi seguramente lo es. Gracias a dios no me tomó mucho tiempo descubrirlo, el problema es que no debo olvidarlo. Aunque no creo que lo haga sólo por el hecho de que nunca me ha gustado la monotonia, pero siempre estamos expuestos a irnos por aquel camino, por aquel error.
Muchas veces antes de hacer un cambio en nuestra vida, algunos no querrán cambiar, quizás por miedo a lo desconocido o demaciado apego a lo conocido y simplemente se preguntarán: ¿Para que cambiar algo, si mi vida está perfectamente asi? Pues si lo creen asi es porque probablemente asi sea y el cambio quizás según ellos estaría mal. Lamentablemente no podemos quedarnos en una estación de trenes toda la vida, la vida misma no lo permitiría y ella misma iría cambiando de tal manera que de pronto y sin darnos cuenta estaremos en otra estación, con otras personas, haciendo cosas diferentes, dejando atrás una simple estación más en el itinerario como un recuerdo antiguo.
Sin embargo, y con la misma importancia estan los muchos que buscan cambiar, los inconformes. Su aire no les gusta, su ambiente no les agrada o simplemente han tenido que esperar mucho tiempo en una estación sin la oportunidad de viajar a otras. Son los cansados, los que consideran que el tren ha demorado mucho y no lo quieren esperar más (cosa que alfinal terminan haciendo de todas formas). Pues el tren es astuto, y nos dejará en una estación cierto tiempo, el suficiente para aprender lo suficiente de aquella y mientras no logremos lo que el tren se haya propuesto para nosotros no nos vendrá a buscar.


Si bien el tiempo de cada uno en una estación determinada es diferente, y el camino que recorrerá nuestro tren también, todos tenemos un mismo destino. Sí, el mismo para ti y para mi y para los millones de pasajeros que han pasado y pasarán por aquella última estación. Algunos ya cansados de viajar que han visto lo suficiente, otros que no pudieron ver todo lo que el viaje tenía para mostrar antes de llegar al destino final y otros que solamente se han dejado llevar por el tren.
Y si la vida fuera como una estación de trenes y nosotros sus pasajeros, deberíamos saber que el cambio es inevitable, que por mucho que odiemos o amemos una estación tarde o temprano el tren nos vendrá a buscar para llevarnos a otra, y a otra, y así. Hasta haber conocido personas, lugares, trabajos, sueños o pensamientos diferentes. Que temerle a lo desconocido es tan inútil como apegarse a lo clásico, y que temerle a lo clásico es tan inútil como apegarse a lo desconocido.
Es la vida, y sobretodo es el juego que debemos jugar. El cambio, el importante cambio, el variar, el darse cuenta en donde estabas ayer, mirar donde estás hoy e imaginar donde estarás mañana. Porque el tren será sabio y por más de una estación vas a pasar. Porque un buen pasajero de este tren tiene que aprovechar cada destino como pueda, y el que tiempo que se le permita quedarse allí, aceptar al tren y sumergirse sin problemas a buscar nuevas estaciones, nuevas aventuras, nuevas eras. Pero lo más importante de todo, es que un buen pasajero al final del camino, en aquella última estación y destino, tenga en su pasaporte un timbre con cada estación que recorrió por muchas o pocas que hayan sido y al costado de aquel timbre unos apuntes personales de que cosas vivió, sintió, conoció y aprendió en cada una de ellas.
¿Y tú, qué estaciones has recorrido hasta ahora?

viernes, 1 de julio de 2011

Tememos al cambio cómo a la misma monotonía

Planes para el futuro, proyectos de vida, lista de cosas por hacer o quizás una agenda por cumplir. ¿Quién no ha hecho alguna de estas cosas? ¿Quién no se ha organizado en algo? Sin duda todos queremos cumplir metas, cumplir sueños, anhelamos el futuro, nos preparamos para algo.
Aveces lo que tenemos preparado para nosotros se cumple, hicimos lo que teniamos organizado para aquel día, para aquella semana o mes. Pues muchas veces aquello que habiamos planeado no sucedió cómo quisimos, no fué lo que esperabámos ni lo que creíamos. Quizás fué aquella pequeña nota que no te dejó entrar en la universidad que querías, quizás fue ese llamado que te impidio ir a aquella cita, quizás fué esa persona que no tenías escrita en tu itinerario de vida. Pero simplemente fue fuera del plan. Es aqui cuando nos asustamos, el miedo a no lograr lo que queríamos nos asusta, porque algo o alguien nos ha cambiado todo. Aquel hijo que no esperábamos, ese amor que no queríamos, un accidente que no estaba en la historia, puede ser cualquier cosa. Pero sea lo que sea nos asusta, tememos al cambio cómo a la misma monotonía. Y nos sentimos completamente atrapados en esta realidad que no esperabamos. Sin embargo, lo que no sabemos, lo que ignoramos, o simplemente lo que no vemos, es que la vida no es aquello que planeamos que suceda, si no aquello que sucede mientras planeamos otras cosas.
¿Quién dijo que no lo podríamos lograr de otras formas? ¿Quién dijo que un contratiempo nos haría perder? Pero más aun ¿Quién dijo que no puedo lograr otras cosas? Metas, metas y metas. Hay muchas, demaciadas quizás... Pero son las que nos mantienen vivos, nos mantienen no sólo a pie si no que caminando, luchando, aspirando pero sobre todo viviendo. Si alfinal de cuentas, los planes son el borrador, la espontaneidad de la vida es la copia verdadera.


sábado, 4 de junio de 2011

Quién no se arriesga a creer simplemente no ve.

¿Qué es lo que tú crees que nos mantiene vivos? ¿Lo que nos impulsa a seguir adelante? ¿Lo que nos da la mayoría de las veces la fuerza para seguir? ¿La responsable de que muchas veces no nos rindamos? ¿La responsable de las metas? ¿De lo sueños? Yo creo que es una de las cosas mas importantes de la vida, una de las claves. Todos la hemos sentido, todos la sentimos y la sentiremos. No importa que tan hundido estemos o que tan abajo nos encontremos, siempre habrá una luz por muy pequeña que sea que estará brillando, no nos faltará la  Esperanza.
Esa esperanza que nos alienta, por ese amor no correspondido, quizás por esa relación abandonada o por ese miedo de intentar arriesgarse. No importa qué hagamos, qué poder absoluto o ninguno tengamos, nunca falta incluso en los pesimistas las aspiraciones.
Al fin y al cabo, ¿Qué sería la vida sin la esperanza?. Nadie se arriesgaría a nada, nadie tomaría la iniciativa, nadie lo intentaría pero peor aún nadie ganaría. Por eso hoy decidí hablarles de este tema, algo tan común y tipico se vuelve tan importante, tan real.
Tal cómo existe la esperanza tenemos la fé, no necesariamente en dios o en una religión, si no que en nosotros mismos.
Es interesante como dos simples cosas que nunca tomamos en cuenta, que ya por costumbre olvidamos y nisiquiera notamos. Son las más importantes en nosotros mismos, en nuestras mentes. Pues si bien se sabe que quién no se arriesga a perder para ganar, no gana. Que quién no se arriesga a sufrir para vivir, no vive. Que quién no se arriesga a llorar no ríe, que quién no se arriesga a caer no aspira y quién no se arriesga a creer simplemente no ve. Pues, si no confiamos en que lo podemos lograr no esperamos, simplemente fracasamos. Y es ahí cuando nuestros temores, nuestros miedos, nuestra poca confianza vencen a la esperanza, quien nunca desaparece por completo, sólo se oculta de donde podamos entrarla.
No dejemos que se esconda, ni que se nos pierda de vista, tiene que estar presente en cada día de tu vida, en cada acción, en cada palabra. No dejemos nunca de soñar, que sin sueños no hay realidad y no dejemos de aspirar que sin aspiraciones no hay logros. Pero sobre todo, debemos entender que no sólo hay querer que se pueda algo si no que hay creer que se logrará. No dejemos de imaginar,, de creer, de amar, de llorar y de reir. No dejemos de vivir, no dejemos que el miedo nos venza otra vez. No dejemos que nuestra mente pierda la esperanza., nunca dejemos de luchar.


IMPOSSIBLE IS NOTHING

martes, 24 de mayo de 2011

La vida no camina, la vida vuela.

Hola amigos, Que tal todo en sus vidas? Bueno, me siento aquí frente a mi computadora hoy, para hablarles de un tema que todos solemos olvidar, dejar de lado y le quitamos la verdadera importancia que esta tiene en nuestras vidas: El tiempo.
¿Has notado que tan rápido ha pasado? Cuando pareciera que fue ayer cuando algunos estaban en la universidad, otros en el colegio, otros en cursos pequeños. Que fue ayer cuando algunas personas estaban presentes en nuestras vidas, que fue ayer cuando quería que fuera hoy. Pero, ahora que es hoy pienso. ¿No sería mejor que fuese ayer? Nos empeñamos a que el tiempo pase rápido, queremos crecer rápido. Vivir cosas antes, adelantarnos. Queremos que sean algunas fechas y los días que se encuentran de por medio son prácticamente inútiles. La ansiedad nos borra el tiempo, o mejor dicho, la conciencia del tiempo. Creemos que ha pasado tan poco, cuando ha pasado mucho. No estamos consientes la mayor parte del tiempo que estamos viviendo, por eso anhelamos el futuro. Y en otros casos, anhelamos el pasado. Es curioso, cómo la mayoría de nosotros, y la mayor parte del tiempo olvidamos el presente. Como si este no existiera. Y vivimos del pasado y del futuro. Del ¿Que pasó? y del ¿Qué pasará?.. Y olvidando, el ¿Qué pasa?
Es aquí cuando la conciencia de lo que estamos viviendo, de la etapa en la que estamos, se vuelve nula. Poca, escasa, solo en temporadas. Y no consideramos que la vida no camina, la vida vuela. Y que nosotros no volamos, caminamos. Por eso no es raro, lo rápido que la vida se nos hace al final del camino.

Irónico considero, cómo los jóvenes quieren ser adultos, y los adultos quieren ser jóvenes. Como los principiantes en el juego quieren ganar, pero no saben que cuando ganas, se acaba el juego. Si al final, la vida nos enseña eso ¿no? Más que ganar el juego, es aprovecharlo mientras juegas. Y sólo así con ganas dirás: GANÉ . Pero, ¿Que gané? Gané, porque aproveche todo el tiempo que pude, viví cada etapa de mi vida al máximo. Viví todos las pasos que en ellas se encontraban, quizás me adelante un poco, o me atrasé. Pero viví el presente todos los días como si fuera el último. Y por eso mismo digo, gané. Gané vida. Porqué viví 60 años jugando, que 90 años esperando ganar.Y no sabes al final, que gana el que juega. No el que espera ganar.
Por eso mañana, honra tu día. Aprovechalo, vive, porque no sabemos en que momento dejamos de pisar el suelo, para pisar el cielo. Porque no sabemos en que momento las personas que están cerca lo dejaran de pisar, aprovecha tu vida, aprovecha a las personas, aprende, vive. Y simplemente: Carpe diem ¿No?

sábado, 14 de mayo de 2011

Porque sentirnos, es la clave de querernos

Hace unos meses, un día no muy especial y a altas horas de la noche, me sentí confundida, indecisa y ansiosa. Tenia que hablar, no sólo quería, debía hacerlo. ¿Hormonas quizás? Quien sabe, haya sido lo que haya sido, me impulso a escribir. Sentía que tenia algo que decir, pero en esos momentos ¿Quién me iba a escuchar?, fué ahi cuando me di cuenta de algo. Tenía que ser yo. Si nadie me escuchaba, ¿Que diablos era yo? Yo era alguien, y no cualquiera. Si no un alguien importante, el alguien que a pesar de la confusión me entendería. Pues, ¿Quién nos conoce mejor a nosotros mismos que nosotros mismos? En aquellos momentos, las ideas fluían y ni el lapiz como la tinta podían dejar constancia de todas las ideas que pasaban por mi cabeza. No basto más que el tiempo, la noche y yo. Para sentirme, conocerme. ¿Que sentía yo en esos momentos? Nada concreto ya lo verán. Pero me ayudo a liberarme, y a enteder que en momentos de soledad. No estoy sola, me encuentro conmigo misma y mi mente para pensar. Lo suficiente para pensar. Algo que todos deberíamos hacer seguido. Reflexionar apasigua el alma.

No pretendo que me entiendan ni menos que me aconsejen, quiero que me griten que no tengo cordura, necesito que me digan que perdí la razón y me gustaría un susurro en mi oído que me informe de mi locura.
Ustedes que entienden lo que me niego a ver diganme ¿Qué está mal? y ¿Porqué no puedo dormir? Quizás no fué por aquella piedra en el camino, quizás fué porque no quise moverla. Pero... ¿Algo así como que de alguna manera u otra yo quise llegar hasta aquí? No, es imposible. Yo no quise caer, pero ¿No es acaso lo que tengo que hacer para saber caminar?
No busco compasiones y no quiero ayuda, más que sanarme o mejorarme busco entenderme y escucharme. Necesito tiempo, me hace falta práctica, no comprendo mucho lo que hago yo aquí ¿Tendré que hacer algo importante o simplemente ser feliz?
Me siento incomprendida por mi, pero analizada por los demás ¿Porqué ellos entienden lo que yo ansío entender? ¿O es que lo entiendo y no lo quiero reconocer? 


En aquellos momentos logré lo que quería. Había hablado, y me habían escuchado. Me entendían, yo me entendía, me conocí un poco más. Aprendí que las dudas nos enseñan a conocer el mundo, siempre y cuando estemos preparados para encontrar la respuesta. Me autoanalizé, me autocrítique de una manera constructiva. Y gracias a una duda, encontré más. Y gracias a todas esas dudas, grité. Y aunque no haya encontrado quizás la verdadera respuesta, me acerqué. Abanzé un paso, envez de retroceder. Y un día nuevo más, me volvi a conocer.
Y que tal tú. ¿Te has aprendido a conocer? Intentalo, porque sentirnos es la clave de querenos. Ya que aunque sea un camino sin fin, y que nunca dejará de sorprendernos, teniendo solo una idea vaga de lo que somos. Es así cuando comenzamos a querernos y a aceptarnos como realmente somos; expresandonos.